jueves, 16 de octubre de 2008

HIMNO GITANO

GELEM, GELEM
El Himno Internacional Gitano, lo compuso el romà yugoslavo Jarko Jovanovic a partir de una canción popular gitana de los países de la Europa del Este. Sus versos están inspirados en los gitanos que fueron recluidos en los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Fue adoptado oficialmente como himno en el Primer Congreso Gitano, celebrado en Londres en 1971.


HIMNO EN CALO

Gelem, gelem lungone dromensarmaladilem baxtale RromençarA Rromalen kotar tumen avenE chaxrençar bokhale chavençar
A Rromalen, A chavalen
Sàsa vi man bari familjaMudardás la i Kali LègiaSaren chindás vi Rromen vi RromenMaskar lenoe vi tikne chavorren
A Rromalen, A chavalen
Putar Dvla te kale udaraTe saj dikhav kaj si me manusaPalem ka gav lungone dromençarTa ka phirav baxtale Rromençar
A Rromalen, A chavalen
Opre Rroma isi vaxt akanaAjde mançar sa lumáqe RromaO kalo muj ta e kale jakhaKamàva len sar e kale drakha
A Rromalen, A chavalen



HIMNO EN CASTELLANO
Anduve, anduve por largos caminosEncontré afortunados romàAy romà ¿de dónde veníscon las tiendas y los niños hambrientos?¡Ay romà, ay muchachos!
También yo tenía una gran familiafue asesinada por la Legión Negrahombres y mujeres fueron descuartizadosentre ellos también niños pequeños
¡Ay romà, ay muchachos!Abre, Dios, las negras puertasque pueda ver dónde está mi gente.Volveré a recorrer los caminiosy caminaré con afortunados calós
¡Ay romà, ay muchachos!¡Arriba Gitanos! Ahora es el momentoVenid conmigo los romà del mundoLa cara morena y los ojos oscurosme gustan tanto como las uvas negras¡Ay romà, ay muchachos!

FARRUQUITO



Juan Manuel Fernández Montoya, más conocido como Farruquito es un bailaor gitano y andaluz de flamenco, nacido en Sevilla en 1982. Es hijo del cantaor Juan Fernández Flores, El Moreno y de la bailaora Rosario Montoya Manzano, la Farru.



Vida artistica [editar]
Heredero de una escuela única fundada por Farruco, su abuelo, ha pasado toda su vida inmerso en el arte Flamenco más puro. Debutó en la escena internacional a los 5 años en Broadway con el espectáculo Flamenco Puro compartiendo cartel con las figuras más legendarias del Flamenco, entre ellas, su familia. Con 8 años presentó su primera temporada en la Sala Zambra de Madrid. A los 11, interviene en el vídeo-clip Camarón Nuestro y al año siguiente en la película Flamenco de Carlos Saura, frente a frente con el patriarca de la saga, El Farruco. Ese mismo año junto a su familia en bodas de Gloria, participó en la concepción artística y coreográfica del espectáculo. En 1992 participó en el Acto de Inauguración de los Juegos Paraolimpicos de Barcelona y con su abuelo, El Farruco, en el Pabellón de Andalucía de la Exposición Universal de Sevilla con el espectáculo Presente, Pasado y Futuro. El fallecimiento de Farruco en 1997 supone el relevo: a los quince años, Farruquito asume la responsabilidad de perpetuar la estirpe.
Con 15 años de edad crea su primer espectáculo, Raices Flamencas, donde se distingue a un bailaor de una nueva dimensión que acopla toda su tradición a una concepción artística personal prodigiosa. Desde su debut en el Royal Festival Hall de Londres esta muestra del flamenco más puro y racial se ha presentado con gran éxito en el Teatro de la Villa y Conde Duque en Madrid, en el Teatro Poliorama de Barcelona y en giras internacionales en Francia y Japón.
En 2001 presenta La Len Varo en el I Festival Flamenco de Estados Unidos. Tras sus actuaciones en Nueva York y Boston, el New York Times le consideró "el mejor artista que pisó la gran manzana en 2001". Al año siguiente Farruquito triunfa en su ciudad natal, Sevilla, con una temporada en el Teatro Central. El mismo año actúa en la Gala de los Premios Max.
En 2003, durante los meses de enero y febrero ha cosechó un éxito sin precedentes en la III edición del Festival Flamenco de Estados Unidos junto a su hermano Farruco de 14 años. Cabeza de cartel del espectáculo Por Derecho, realizó una gira por once ciudades norteamericanas donde la crítica se rindió ante su arte y personalidad. Igualmente su participación en el Festival Flamenco de Madrid en el Teatro Albéniz o el de Jerez en el Teatro Villamarta le supuso un éxito rotundo de crítica y público.
En 2003, Farruquito no pasó desapercibido a los ojos del fotógrafo Richard Avedon, del diseñador Antonio Miró, de la revista americana People que lo eligió como una de las personas más bellas del mundo o de la Academia de la Música que lo premió por su letra Dulce canela del disco María de Niña Pastori y por el sonido de sus pies en el disco homenaje a Jeros. El bailaor también ha estado al frente de la academia situada en Sevilla, que difunde los preceptos de la escuela Farruco.
Durante el mes de noviembre estrenó con gran éxito en el Teatro de la Maestranza de Sevilla su último espectáculo Alma Vieja. El éxito se repitió en el Teatro Albéniz de Madrid, donde durante cinco días se agotarontodas las localidades.
En 2004, Farruquito se retiró de las tablas debido a los hechos posteriores al atropello mortal de Benjamín Olalla.
El 24 de Julio de 2008, retornó a los escenarios tras la obtención del tercer grado[1] con el espectaculo Puro ante 2000 personas en Palma de Mallorca.






martes, 14 de octubre de 2008

ORIGEN DE LA PALABRA FLAMENCO

Etimología del término flamenco:
Mucha aceptación tuvo la hipótesis del origen arábigo defendida por más de un estudioso. La teoría titubea entre varios posibles entronques etimológicos, pues se ha supuesto que flamenco deriva de los siguientes vocablos árabes: felag-mengu (campesino tránsfuga), felaikum o felahmen ikum (labriego) y felagenkum o flahencou (cantos moros de las Alpujarras).
Pero la palabra “flamenco” cuando se pone en circulación es a partir del XVI y durante esa centuria y la siguiente se limitó a designar a los habitantes de los Países Bajos o a los soldados españoles de los Tercios de Flandes. No tenemos un solo caso en que se use en los siglos XVI, XVII y XVIII referida a los gitanos o al folklore. Por lo tanto, si en sentido parecido al actual el término no aparece antes de 1836, resulta bastante improbable que se trate de una derivación del árabe a los 350 años de la reconquista de Granada. Hay que buscar por otro camino:
La teoría del profesor M. García Matos nos parece la más acertada y a ella nos adherimos por ahora. Según Matos, “flamenco” procede del argot de fin del XVIII y principios del XIX, en el que significaba “farruco”, “pretencioso”, “fanfarrón”. Todavía tiene esa pluralidad de significaciones. Cuando decimos, por ejemplo, “no te pongas flamenco” es como si dijéramos “no seas fanfarrón”. Decir de alguien que es un “tío flamenco” vale tanto como decir que es un tipo generoso, farruco y “echao p’alante”.
¿Qué significa flamenco?
Desde que apareció la palabra en el folkore andaluz hacia 1836 significa “gitano”. ¿Por qué se les daba este nombre? Antes se les había llamado grecos, egipcianos, romaní, rom, dom, calorrí, calés, etc. ¿Por qué cambian de nombre y se califican a sí mismos de “flamencos”? ¿Por qué el término “flamenco” se aplicó inicialmente no a todos los gitanos españoles, sino exclusivamente a los andaluces? Creemos que existe la respuesta a estos problemas.
Hasta el reinado de Carlos III no gozaron los gitanos de una situación de igualdad jurídica con el resto de los españoles. Los delitos, casi siempre menores, a que en parte impelían las leyes persecutorias, habían originado leyendas tan absurdas como las tejidas en torno a los judíos. En consecuencia, y a raíz de la libertad que les concedieron las leyes humanitarias de Carlos III, el nombre de “gitano”, muy desprestigiado, era poco más o menos denigrante. Por esa causa debieron de adoptar el de “flamenco”. [...]
La significación de “flamenco” ha variado, pues, en el transcurso del siglo XIX: En su sentido argótico inicial significó persona arrogante y fanfarrona; luego, designó a los gitanos andaluces; más tarde, al cante puro gitano (soleares, seguiriyas, tonás, tangos, corridas o romances, alboreás, etc.) y a la postre, también el cante híbrido, resultante de la matización e impregnación de gitanería que experimentaron las canciones andaluzas (malagueñas, fandangos, sevillanas, alegrías, mineras, temporeras, tarantas, granaínas, cantes de trilla, nanas, etcétera ...) y a la inversa.»


«El origen de la palabra "flamenco" sigue, a lo largo de los años, siendo un enigma. Pero creo que entre tantas filiaciones existentes, muchas de ellas folklóricas, sólo tres poseen la suficiente credibilidad.
Ante todo, flamenco es uno de los nombres que se dieron a los gitanos en Andalucía, aplicándose sólo después al cante porque éste, en boca y por boca del gitano, es como se revela y comienza a difundirse.
J. M. Caballero Bonald apoya esta tesis, precisando que la vaga designación de "flamenco" se usó siempre en relación con algún pueblo perseguido y errabundo, especialmente con gitanos y moriscos. Nunca fue empleada, a no ser impropiamente, para referirse a ninguna parcela musical concreta de la tradición autóctona andaluza.
En efecto, "flamenco" procede del argot del siglo XVIII, y se empezó a aplicar, en Sevilla y Cádiz, a los gitanos a principios del siglo XIX. Luego, a final de dicha centuria, se precisó más su sentido. Flamenco designa lo "gitano-andaluzado". Cante flamenco equivale, por tanto, a cante gitano-andaluz. No todos los cantes abarcados por la denominación son, sin embargo, gitano-andaluces. Muchos son solamente estratos musicales cultos, del fandango primitivo, de la jota, del folklore andaluz, gellego, asturiano e hispanoamericano.
Para muchos aficionados, como el profesor García Matos, la palabra flamenco surge de "flameante", por lo encendido o fogoso que se muestra el cante en su expresión. Siendo "llama" el tronco común de "flamancia" y "flaman" la aplicación jergal de esta palabra.
También se puede buscar la etimología árabe. Para P. Barrusio, flemenco derivaría de la contracción de Fela Mengu, literalmente: hombre errante.»"Flamenco" significa en el habla coloquial: chulo, insolente, fanfarrón y "echao p'lante". Referido a una mujer: "un mujer bien puesta / una mujer bandera". La siguiente cita describe el carácter de ciertos grupos sociales o etnias que merecen por ello el apelativo de "flamencos":
Todos aquellos tránsfugas muestran ínfulas orgullosas. Los moriscos, a causa de su ilustre poderío perdido. Los judíos, porque se creen el pueblo elegido por Dios; los bandidos y mendigos castellanos, porque su raza se enseñorea del mundo. Y los gitanos, por su petulancia de pertenecer a una casta de sangre real cuya milenaria estirpe se remonta a los tiempos anteriores a Jesucristo.
Y desde este conjunto de locos orgullosos, surge, allá en las guaridas serranas, la aleación sigulra del estilo "flamenco". (Rafael Lafuente: Los gitanos, el flamenco y los flamencos.






HOLOCAUSTO GITANO




Durante muchos años, la suerte de los Gitanos europeos bajo los nazis fue misteriosamente ignorada, poco investigada y, en el mejor de los casos, tratada con distracción. Nada se dijo de ellos en la prensa controlada del tiempo de la guerra. Después de la guerra, los sobrevivientes daban la impresión de que querían olvidar esa experiencia o, peor aún, de que pensaban que lo sucedido era algo que se debía esperar: una forma violenta del rechazo que ellos ya habían experimentado por largo tiempo por parte de la sociedad. Por decirlo en términos prácticos, quizás no tenían manera de narrar su historia al gran público: carecían de una tradición de resistencia, de un portavoz, no tenían un poeta, ni disponían de una organización o de una prensa que clamara por ellos. Sus famosos violines no cantaban tragedias, hasta donde el público pudiera darse cuenta. En la vasta literatura contemporánea que se refiere al Holocausto (“Solución Final”, “Shoah”), los Gitanos estaban incluidos simplemente como una ocurrencia tardía: “(…) y un gran número de Gitanos (…)”, como si los detalles no fueran importantes o interesantes. El poco interés, o escaso conocimiento de los Gitanos víctimas del nazismo, después de la guerra, pude juzgarse por la mención hecha de paso, y del todo insuficiente, del Tribunal Militar Internacional de Nuremberg. Para nuestra sorpresa leemos, sólo esto: “Los grupos de ataque recibieron la orden de fusilar a los Gitanos. No fue dada ninguna explicación del motivo por el cual este pueblo inofensivo, que en el transcurso de los siglos ha regalado al mundo con la música y el canto toda su riqueza, había de ser perseguido como animal salvaje. Pintorescos en sus trajes y costumbres, los Gitanos han proporcionado distracción y diversión a la sociedad, y a veces la han cansado con su indolencia. Pero nadie los ha condenado como amenaza mortal para la sociedad organizada, nadie fuera del nacionalsocialismo que, por boca de Hitler y de Heyndrich, ordenó su eliminación”. Se hace aquí referencia a las masacres realizadas por los Einsatzgruppen, destacamentos de grupos homicidas enviados a Polonia y a la Unión Soviética con la misión de llevar a cabo una ejecución sumaria de los comisarios políticos, los judíos y otros sujetos indeseables por su raza como los Gitanos. Esto sucedía a mediados de 1941, antes e que estuvieran funcionando los campos de exterminio, de los que el Tribunal, al parecer, no sabía nada en lo que concernía a los Gitanos. El silencio de los Gitanos persistió mucho tiempo después de que fuera posible enterarse de los secretos de Auschwitz. Esta es una grave laguna en la historia del racismo nazi y de la Segunda Guerra Mundial en general. ¿Cómo podía un grupo que había sido reconocido francamente por los mismos nazis de origen indo-germánico, o sea, no semita, ario, llegar a ser tratado con la misma fuerza homicida, desde la esterilización hasta el exterminio despiadada, igual que los Judíos mismos? ¿Qué clase de racismo lo provocó y por obra de quién? Sólo en el último decenio, más o menos, la literatura se ha enriquecido con estudios y recuerdos personales de sobrevivientes que decidieron que había llegado el momento de hablar. Sus informes, desafortunadamente, han sido publicados en pequeñas revistas y boletines de no fácil acceso. Queda aún mucho por hacer para que la suerte de los Gitanos en el contexto de la política racista del nazismo adquiera toda la claridad a la que tiene derecho. Nos hemos acostumbrado a identificar el “racismo” con el “antisemitismo”, y el “Holocausto” (o “Shoah”) con el extermino de los Judíos. El destino de los Gitanos europeos debería enseñarnos que el racismo tiene un significado más amplio y aún más siniestro. Ustedes podrían preguntar que si ellos no eran Judíos, o incluso remotamente semitas, ¿cómo explicar la crueldad con que fueron tratados? La respuesta es que la herejía del racismo no concernía sólo a los Judíos, sino que se refería a todo lo que no fuera alemán, la raza principal. Era una cuestión de sangre, el grave error que Pío XI condenó repetidas veces y que Pío XII calificó nuevamente, en la Encíclica inaugural de su pontificado Summi Pontificatus, como un ataque a la unidad de la raza humana. Que existiera un “problema de los Gitanos” desde hacía tiempo, lo confirma la historia de la policía durante el período pe-nazi. Todo contribuía a que ellos fueran objeto de la atención de la policía. No se habían asimilado a la sociedad y se inspiraban más bien en sus propias tradiciones de nómadas para su estilo de vida. Además eran todos demasiado “visibles”, y podían fácilmente ser objeto de hostilidades por parte de la gente y de la policía. La cuestión culminó con el registro de todos los Gitanos en los archivos de la policía. Esto les iba a costar mucho durante la guerra. La llegada del nazismo al poder agravó el peligro en que se hallaban. “La pureza de la raza” obsesionaba a los nuevos gobernantes. La infame ley de Nuremberg, del 15 de septiembre de 1935, estableció la norma: “en defensa de la sangre alemana y del honor del alemán”, los que no eran de pura raza alemana no podían ser ciudadanos. Los Gitanos eran considerados, por lo meneos, “antisociales”, imposibles de asimilar y con tendencia a la criminalidad. Y, lo peor, en fin: tenían sangre extranjera. El hecho de que constituían una parte infinitesimal de la población hacía que fueran los más vulnerables y un blanco provocador para los profesores racistas. En sus estudios, los racistas iban saliendo del dilema. He aquí el veredicto de los Gitanos: aunque se les reconociera origen indo-germánico, los largos años de su caminar, se afirmaba, habían hecho que ellos se mezclaran con los más bajos estratos de la sociedad de los países por donde pasaban. Por tanto, los Gitanos eran una raza degenerada, una amenaza para la pureza racial y, hasta cierto punto, un “enemigo interior”. En la estructura del poder nazi, ésta era una sentencia de muerte adoptada por un puñado de profesores. Y tuvo consecuencias trágicas para todos los Gitanos en Europa del Este y Occidental. Extrañamente, no se trató de una idea de Himmler al principio. Él estaba dominado por los expertos en cuestiones raciales; pero, en este caso, estaba convencido de que los Gitanos tenían raíces indo-germánicas. Esto lo intrigaba enormemente, e inventó un proyecto con el fin de tratar de salvar los mejores elementos de las dos ramas principales para finalidades científicas. Los segregaría en una reserva, permitiéndoles que vagaran libremente y siguieran practicando sus curiosas antiguas costumbres germánicas mientras eran objeto de estudio. Himmler no contó con el Partido. Y recibió un duro reproche de Martin Bormann, secretario de la Cancillería del Partido y el hombre más allegado a Hitler. Bormann escribía a Hitler el 2 de diciembre de 1942: “Ese tratamiento especial significaría una desviación fundamental de las medidas simultáneas de lucha contra la amenaza Gitana y sería mal interpretada por la población y por los líderes menores del Partido. Tampoco el Führer estaría de acuerdo en dar a una sección de los Gitanos su antigua libertad”. Inmediatamente, el 16 de diciembre de 1942, Himmler impartió la orden de que los Gitanos que estaban bajo su jurisdicción fueran enviados, sin tener en cuenta su categoría o grado de asimilación (unos treinta mil), a Auschwitz-Birkenau. Tendrían que permanecer allí en un “campo de familia” hasta que terminara la guerra. En un principio, no existía la intención de eliminarlos. Entre los que llegaban había soldados, algunos de ellos condecorados, llamados del frente oriental y también medio Gitanos. Tenemos que volver a los profesores del Partido, a los ideólogos, para buscar una explicación del siniestro curso que tomaron los acontecimientos. Aquí hay una infravaloración que, por mucho tiempo, nos ha dificultado comprender lo que era el nazismo. El “problema Gitano” cayó en las manos de u organismo pseudocientífico llamado “Centro de Investigación de Higiene Racial y de Biología de la Población” (Rassenhygienische und bevölkerungsbiologische Forschungtelle). Su director era un cierto doctor Robert Ritter. El ejército de estudiantes que examinó libremente el montón de documentos encontrados después de la guerra prestó poca atención al Centro. Dichos documentos terminaron en los Archivos Federales después de haber pasado secretamente a través de muchas manos. Al terminar la guerra, en 1945, habían sido eliminados por algunos miembros del personal a los que, durante los últimos años, les servían aún para sus tesis anti Gitanas. Se necesitará todavía mucho tiempo para que se revele claramente el verdadero papel que desempeñó el Centro y el procedimiento mediante el cual relegó arbitrariamente a los Gitanos como raza equivalente a la semita. Este instituto de pseudoinvestigación, tipo muy común en la época del nazismo, realizó el fatídico análisis por motivos de pureza racial, abriendo las puertas al holocausto de los Gitanos, ya sea en Auschwitz o fuera de Auschwitz. Todo comenzó con la eugenesia. Una de las asistentes del doctor Ritter escribió una tesis en la que sostenía que los Gitanos eran irredimibles racialmente y debían ser esterilizados. ¿Se podrá, o se deberá decir que fue la responsable de la subsiguiente esterilización de los Gitanos menores de doce años de edad? ¿Cuál fue la responsabilidad del Centro en las masacres que siguieron después de que se declaró que los Gitanos eran una raza degenerada que no merecían ni siquiera ser llamada indo-germánica? El Gobierno de la República Federal de Alemania, sin duda en un esfuerzo por evitar graves pleitos, sostiene que los Gitanos fueron víctimas, no por motivos raciales, sino porque constituían una amenaza para la seguridad. Esta consideración podría ayudar a explicar por qué existe la tendencia a minimizar los aspectos raciales del “otro Holocausto”. Como los Judíos, los Gitanos fueron despojados de la protección legal; estaban fuera de la ley. Dice un informe de una escritora reciente (Gabrielle Tyrnauer): “Siguió el resto: esterilización forzada, deportación a campos de trabajo y de exterminio, represalias con experimentos médicos y, en fin, aniquilamiento masivo a bala o con gas”. ¿”Campos familiares”? ¿Cuánto sabemos, realmente, de la situación de los Gitanos en Auschwitz después de la orden de Himmler en 1942? Un testigo sumamente importante, aunque no se le debe dar necesariamente todo crédito, fue Rudolf Hoess, Comandante en el campo de exterminio desde mayo de 1940 hasta el 1 de diciembre de 1943. En el verano de 1941, Himmler le advirtió que el Führer había optado por la “solución final” del asunto Judío. Se había elegido Auschwitz por motivos de transporte. Hoess debía cumplir la orden de Hitler, pero no lo debía decir ni siquiera a su superior inmediato. Después de la guerra, Hoess dio un testimonio sobre lo que sabía de los Gitanos que habían sido llevados a Auschwitz: “El grupo que seguía en número (después de los rusos) era el de los Gitanos. Ya mucho antes de la guerra se les había reunido en campos de concentración como parte de la campaña contra los elementos antisociales. Un departamento de la Oficina de Policía Criminal del Reich estaba encargado únicamente de la supervisión de los Gitanos. Se realizaron repetidas investigaciones en los campamentos Gitanos para buscar a los que no eran verdaderamente Gitanos y enviarlos a campos de concentración como vagabundos o antisociales. Además, los campos Gitanos eran revisados constantemente por motivos biológicos. El Reichsführer (Himmler) quería asegurar la preservación de las dos ramas principales de los Gitanos; no recuerdo sus nombres. “En su opinión, ellos eran descendientes directos de la raza original indogermánica, y habían preservando sus usos y costumbres más o menos puros e intactos. Los quería tener todos reunidos por motivos científicos. Debían ser registrados exactamente y conservados como monumento histórico. Más adelante se les recogería en toda Europa y se les adjudicarían zonas reservadas para vivir. “En 1937 y 1938, todos los Gitanos itinerantes fueron reunidos en los llamados campos de habitación, cerca de las grandes ciudades, para facilitar la supervisión. En 1942, sin embargo, fue impartida una orden por la cual todos los Gitanos que se hallaban en territorio alemán, incluso los pertenecientes a las medias castas, debían ser arrestados y transportados a Auschwitz, sin tener en cuenta el sexo y la edad. La única excepción eran los que habían sido reconocidos como miembros de pura sangre de las dos tribus principales. Estas debían instalarse en el distrito de Oedenburg, cerca del Neusieldleree. Los que eran enviados a Auschwitz debían permanecer allí hasta el fin de la guerra en un campo de familia”. El informe excepcional de Hoess arroja algo de luz acerca de la primera fase de la política contra los Gitanos. En la versión de Hoess, los Gitanos, para Himmler, no eran semitas. En un principio, no tenía ninguna intención de destruirlos como a los semitas. Él no hacía caso de la doctrina de pureza racial de los ideólogos del Partido. Hoess no pudo decir cuántos Gitanos había en Auschwitz-Birkenau. “Por lo menos, dijo, llenaban completamente” una parte del campo destinada a diez mil (esta era una manera de decir que había el doble). Las condiciones de vida eran atroces y la mortalidad, especialmente infantil, en este “campo de familia” era impresionante. La presencia del doctor Otto Mengele, el “doctor loco”, debería indicar suficientemente lo que allí sucedía. Himmler realizó personalmente una inspección a Auschwitz. En primer lugar, ordenó a los Gitanos que podían trabajar, debían ser separados, como los Judíos, y puestos a trabajar, es decir, trasladaos a los campos de trabajo, Cuando Hoess le hizo notar que eso no era lo que él mismo había concebido (como un “campo de familia”), ordenó inmediatamente que la Policía Criminal del Reich resolviera lo que pudiera. Por extraño que parezca, ese proceso de “resolver”, según Hoess, duró dos años, hasta 1944. Cuando terminó, quedaban cuatro mil Gitanos en Birkenau y fueron enviados a las cámaras de gas, según Hoess. Esto sucedía a fines de julio de 1944. Hoess no menciona la suerte de los otros que fueron enviados a trabajar como el de Matthausen. ¿Cuántos fueron los que sobrevivieron a esta prueba? Los Gitanos que llegaron después de que fue cerrado el “campo de familia” fueron llevados inmediatamente a las cámaras de gas. Se ha dicho que fueron treinta mil los Gitanos que estaban en Alemania. Es un número bastante probable, si se tiene en cuenta los datos anteriores de la policía. Pero el territorio donde había más Gitanos no era Alemania (o Austria), sino Europa del Este. Es difícil establecer estadísticas ciertas al respecto, sobre todo si se quiere incluir a los medios Gitanos. Las ejecuciones sumarias (masacres) se llevaron a cabo muy fácilmente durante la guerra. No existía un programa para deportar a los Gitanos como el de Eischmann. Se podía matar en todo momento. Actualmente se han hecho distintas evaluaciones acerca del número de víctimas. Donald Kenrick, investigador minucioso, llegó a calcular hasta 277.200 Gitanos muertos bajo el dominio nazi. Según sus cálculos el mayor número de víctimas fue en Yugoslavia, donde murieron 90.000. La explicación de esta cifra tan elevada (seis veces más que en Alemania) se debe quizás a la puesta en práctica de feroces represalias (100 por uno) a las acciones de resistencia en Croacia y Serbia, y también a las malas condiciones de los campos de concentración en esa zona de los Balcanes. Los Gitanos eran los rehenes más fáciles de tomar. Ese mismo escritor piensa que, con una investigación más cuidadosa, se podría llegar a un total quizás mucho más elevado. Actualmente se calcula que entre quinientos mil y un millón de Gitanos murieron víctimas del “otro Holocausto”.

ORIGEN DEL BAILE FLAMENCO

El llamado arte flamenco, cualquiera que sea su origen, lleva en su entraña, aunque inmerso en el más sorprendente exotismo, un aliento racial, una vena hispana que hace vibrar el ánimo y obliga al esfuerzo.

La razón del uso de la palabra flamenco, aplicada a los cantes y bailes de Andalucía, ha sido estudiosamente investigada por multitud de eruditos. Y las conclusiones son múltiples y diversas.
Así, se ha asegurado que "flamenco" es una corrupción del árabe "felag-mengu" (labrador huido). Felipe Pedrell la explica, no creyendo imposible que el cante que nos ocupa hubiera sido traído a España por los flamencos de Carlos V.
Otros técnicos afirman que fue la esbelta silueta, larga de pierna y sucinta de talle, de los cantaores de los siglos XVIII y XIX -por alguna forma comparable a la zancuda flamenca-, la que le dio origen. También se ha dicho que de las propias características del canto -ardiente, vívido, flameante- le proviene el nombre.Desde un principio, al origen de los cantes flamencos se le han atribuido tres influencias germinales: la árabe, la hebrea y la gitana. Sin perjuicio de que los sustentadores de cada una de estas teorías recabasen para su postulado el patrimonio esencial del arte jondo. Así, Medina Azara proclama como procedentes de la liturgia semita a cantes fundamentales del flamenco, desde la siguiriya y la saeta hasta el fandango. Mucho antes, Pedrell había creído encontrar antecedentes judíos en el martinete.


En cuanto a las presuntas raíces gitanas, sus defensores no se han andado por las ramas, y nada menos que a la debla, a la caña, a la siguiriya, a la toná, al polo, a la soleá, al corrido, al martinete y a otros cantes más les han atribuído ascendencia calé.
Hoy en día, el primigenio origen hebreo de algunos cantes está muy discutido y puesto en "tela de juicio", y en algún caso -García Matos, en el Anuario Musical del Instituto Español de Musicología- se ofrecen pruebas suficientes para la negación rotunda.
Segun otras fuentes, al origen gitano de los cantes mayorazgos del flamenco no hay urgente necesidad de referirse, por cuanto en la actualidad dicen que está demostrado que los gitanos, salvo raras excepciones de menor cuantía, no hicieron otra cosa -lo que bien analizado es bastante, y muy importante- que prestar a ciertas matrices, de cantes andaluces el acento de su personalidad inconfundible, al interpretarlos con auténtica genialidad casi recreadora.
Lo que es indiscutible hasta el momento es la segura afirmación de que la música andaluza, lírica y coral, del Medioveo, se nos ofrece con iguales caracteres en los siglos XV y XVI, perdiéndose la pista de ella en este último siglo hasta que vuelve a aparecer viva a finales de siglo XVIII, afectada por una extraña técnica y en poder de los gitanos. ¿Qué ha ocurrido en ese período andaluz para que una música polifónica, coral y lírica reaparezca, con unos caracteres absolutamente distintos: solitaria, individualista y sobre todo, dramática? La respuesta pertenece a la Historia.A continuación, pretendo mostrar la genealogía del flamenco, monstrando indivualmente, treinta y tres cantes, que sin pretender desprestigiar a los demás, constituyen los más genuinos y representativos entre los que forman e integran las diversas ramas estilísticas del sorprendente y variadísimo mundo lírico y dramático que es el cante flamenco.


CANTES DE BAILES

FANDANGOS
El fandango es uno de los cantes más generalizados del folcklore del Sur. Su origen antiquísimo quizás pueda buscarse en las cantiñas que, en los siglos que siguieron a la expulsión de los árabes, se extendieron por todas las provincias de Andalucía.
En alguna de estas provincias, el fandango, sin perder demasiado sus características esenciales, adquirió una fisionomía, una personalidad claramente diferenciada, surgiendo así los diversos estilos de Málaga, Granada, Lucena, Alosno, Huelva, etc.
Por otra parte, el fandango no sólo tomó carta de naturaleza en Andalucía, sino que también arraigó en otras regiones españolas, y, como baile -baile en tres por ocho y de ritmo claro-, llegó a alcanzar envidiable hegemonía en la España goyesca de los primeros años del ochocientos.
Como hemos dicho antes, muchas de las provincias andaluzas tienen su fandango: Málaga, Huelva, Alosno en Granada y Lucena de Córdoba. Entre estos estilos, los más trascendentales son los de Lucena y los de Huelva. Estos últimos, son cantes entre ingenuos y maliciosos, siguiendo la construcción del fandango clásico en cuanto a estructura, pero su melodía es original y personalísima.


TIENTOS
El origen racial de los tientos se ha prestado a las más encontradas opiniones. Mientras algunos teóricos aseguran que los tientos constituyen un cante genuinamente gitano, traído por las primeras caravanas nómadas que se afincaron en España y que cantaban y bailaban apoyados rítmicamente en el antiguo "son" de la tradicional tambura de Oriente, otros tratadistas afirman como indudable su ascendencia árabe, apoyándose para su proposición en cierta similitud de compás que los tientos tienen con algunas danzas moras.
Nada más lejos de mi ánimo que hacer de juez en esta controversia; lo que sí dire es que los tientos, melódicamente y tal como hoy se cantan, acusan gran semejanza con ciertas modalidades de las soleares, y que, como baile, es de grandeza dramática casi ritual, en la que la dignidad de los gestos, la plástica de la actitud, evoca un sentimiento de litúrgica expresión alejado en sus giros y movimientos de todo contorsionismo, de cualquier prurito virtuosístico.
El Marruco, viejo cantaor gitano que tuvo gran prestigio en su tiempo, fue quizás el primer famoso especialista de los tientos. Más tarde, el célebre Manuel Torres, el cantaor gitano de más rajo o emotividad expresiva que se recuerda, el que, según la frase poética de García Lorca, "tenía tronco de Faraón", hizo de los tientos uno de sus estilos favoritos, ganando definitivamente para este cante la mejor popularidad.


SEVILLANAS CORRALERAS
Llegamos a las sevillanas, el más genuino cante y baile, y el más conocido por el público mayoritario. Brazos expresivos y pies ligeros; recato y un punto de pimienta en los movimientos; flexibilidad -lenta la cintura, ágil el paso- en el garboso giro; ingenuo y malicioso, insinuante y huidizo, el cambio; éste es el baile. El cante es fino, sugeridor, intencionado, y en sus diversos estilos antiguos nos trae el recuerdo de una Sevilla personalísima que vivía cara al mundo ofreciendo al asombro y al amor de todos -¡el embrujo de Sevilla!- la fisionomía única de su espíritu inmarchitable.
Entre estas antiguas sevillanas, las más populares son las denominadas sevillanas corraleras. Porque las sevillanas corraleras han nacido en esos barrios que, como Triana, la Macarena, San Bernardo, La Feria y la Alameda, han dado a Sevilla su más típica y personal fisionomía. Barrio de casitas con tejados bajos y balcones policromos, rebosantes de macetas con flores; de casitas ingenuamente pintadas de azul, de rosa, de verde o blanca cal andaluza, y que albergan, a lo más genuino del pueblo sevillano. Y es aquí donde surgieron las sevillanas corraleras, sevillanas ácidas como las aceitunas, con el calor del vino de Sanlucar, en las que la melodía se olvida algo de su innata finura para adentrarse en un mundo mas abigarrado.
El origen de las sevillanas puede encontrarse en el ritmo ternario de las seguidillas manchegas, que se remontan al siglo XVI; también se deben señalar las coincidencias métricas -cuatro versos, primero y tercero de siete sílabas, segundo y cuarto de cinco- de las letras de estos dos estilos folklóricos.




MIRABRAS
El mirabrás contiene el suave y grácil acento de la baja Andalucía, y el nervio y la fuerza, llena de sugerencias, de la alta Andalucía campera.
Cante para el reposo de la faena, mientras el sol se desgrana; baile para el corro flamenco de un patio andaluz, cante para dicho, insinuando amores; baile para habarnos de pasión despierta, el mirabrás juega, en flamenco juego de ardor, su doble perfil, su cara y su cruz...


ROMERAS
Romero el Tito, fue un cantaor muy popular en los cafés cantantes del siglo XIX; sobre todo, de los cafés cantantes de la baja Andalucía, ya que fue cantaor de plantilla en los sevillanísimos Burrero y Café de Silverio, y también cantó con mucha frecuencia en Cádiz, en los Puertos y Sanlúcar de Barrameda.
Estilista de instinto rítmico inimitable, tuvo estilo propio inconfundible, haciendo de los cantes con baile creaciones realmente personales. Por sus giros rítmicos, por la firmeza rotunda de su compás, era el cantaor preferido por las bailaoras de tronío, que lo llamaban de todas partes. De la garganta de Romero el Tito, las bulerías, las alegrías, los tangos surgían ya hechos baile.
Por esto, Romero no cesaba de buscar incansable, nuevos ritmos o siquiera variantes para sus cantes con baile. Así, en una de sus estancias en Sanlúcar de Barrameda encontró el torrijos, cante ligero que el pueblo había adoptado justamente en aquellos años. Así, de una antigua cantiña hizo o recreó un estilo bailable, al que aplicó su propio apellido, titulándolo romera.
Cante dinámico y valiente, la romera se popularizó muy pronto, siendo muchos los cantaores que la han cultivado y cultivan como cante independendiente.


BULERIAS
La elegancia, es el más definidor patrimonio del pueblo de Jerez, ciudad de Andalucía que puede ser calificada como la naturall aristocracia del suelo andaluz. Así era también en los años en que los mejores estilistas flamencos se daban allí cita, convirtiéndolo en el principal y más serio emporio flamenco del siglo XIX. En los años en que a la sombra de los cantes mayores, tomando su esencia rítmica de la soleá, nació la bulería.
La bulería es la gracia, gracia de marisma y trigal, gracia ardiente del Sur hecha copla y ritmo. Porque la bulería canta y baila la voz y el compás de la antigua Andalucía gitana.
Como hemos dicho su acento tiene ecos cuando Silverio, o el Chato de Jerez, o Manuel Molina, exprimiendo sus vida en los tercios, pontificaba con la siguiriya, oprimiendo los pechos en una angustia insostenible, que dejaba en la atmósfera rastros de luto y sangre, y que sólo se rompía cuando una gitanilla se arrancaba garbosa con los desplantes, replantes y plantes gitanos, de un baile por chuflas, que luego, en seguida, se convirtió en bulería.
La bulería, fiel a la matriz originaria, fue en sus principios casi lenta y muy acompasada, y su único destino era el baile. Después, los cantaores han ido ampliando la importancia de su voz y aligerando su ritmo, hasta hacer de ella un cante individualizado, tan difícil como un soleá auténtica. Puede decirse, sin miedo a grave error, que ha sido el Gloria -cantaor de excepcionales cualidades vocales- y Camarón de la Isla -en nuestros tiempos- los que han logrado para la bulería la trascendencia de legítimo estilo.




CARACOLES
Parece ser que los actuales caracoles proceden de una antigua cantiña titulada "La caracolera", cantiña, naturalmente, bailable y que los cantaores fueron agrandando, añadiéndole tercios o fundiendo con ellas otras cantiñas.
Posiblemente fue el señor José, el de Sanlúcar, el primero que dio importancia al estilo, siendo luego el gran don Antonio Chacón -el gran payo como le llamaban los cantaores gitanos- su máximo mantenedor y su propagador genial.


TANGOS FLAMENCOS
Según algunos teóricos, para proclamar el origen árabe del tango flamenco, no hay sino comparar su ritmo monótono, uniforme y lento -tan distinto de los complicados contraritmos de las palmas gitanas- con el compás simple de algunas danzas moras. De todas maneras, esto es insuficiente, y para muchos, fuere cual fuere su génesis, la historia del tango flamenco -que se bailó mucho antes que naciera la bulería- se reduce a su natural evolución como estilo al pasar por las distintas épocas y sus diversos cultivadores. En este aspecto puede decirse que el melos de las soleares ha ejercido sobre él gran influencia, hasta el punto que muchos proclaman el tango flamenco como un derivado de la soleá.
Como se ha dicho antes, el tango flamenco es pausado, y como baile, en sus actitudes y en sus gestos tiene -como los tientos- la fisonomía trascendente de una danza ritual.
Las características de su plástica parecen evocar la mímica oriental, y en su marcado sensualismo, y la expresividad del movimiento de los brazos, nos hace pensar en una civilización y un arte al que nos ligan poderosas raíces.


ALEGRIAS
En el siglo XIX, Cádiz, como Jerez, fué uno de los centros esenciales del cante jondo. Pero la Cádiz del siglo XIX no sólo fué emporio de los cantes trascendentales del flamenco, sino que, apoyándose en la antiquísima tradición de sus cantiñas, fué la creadora de unos estilos ligeros y chicos, alegres y sensuales, y con ritmos claros de baile, como, por ejemplo, las alegrías.
Pocos cantes y bailes de la baja Andalucía tienen la finura y la gracia de las alegrías. De tercios breves, ondulados y rítmicos, que se rizan y desrizan en el aire con el garbo de una revolera, es el más genuino cante con baile de las marismas. Las alegrías son un trasunto de las antiguas soleariyas, y a esto se reduce la historia de su ascendencia.


CANTES DE LEVANTE

Los cantes de Levante brillan con luz propia entre los diversos estilos del arte jondo. Así, junto con los genuinos cantes gitanos, como la alboreá, junto al estilo de Jerez, serio y puramente flamenco: junto a las alegres cantiñas gaditanas, hechas para el baile, y junto a la emoción trágica de los cantes solitarios como el martinente, la debla, la carcelera y la toná, las formas levantinas del cante tienen una expresividad extraordinaria y un acendrado verbo, tan acusado, que han merecido la dedicación especializada de algunos de los más grandes cantaores.

TARANTAS
Cabeza inicial del estilo levantino es, sin duda posible, la taranta. Cante largo, duro, áspero y viril, sin más influencias en sus génesis que las del fandango -pese, a que algunos tratadistas aseguran, que desciende de las rondeñas y jaberas-, la taranta es, el cante minero por excelencia. Nacida en las cuencas mineras más inhóspitas, la taranta refleja en sus tercios atormentados, en sus desgarrados trenos, el sobrehumano esfuerzo, y la terrible fatiga de sus cultivadores primeros.
Cante muy cromático, y, por lo tanto, muy expresivo, rítmicamente se canta un poco "add libitum" del cantaor, sirviendo la guitarra como apoyo tonal y de mantenedora del ritmo. Posiblemente en sus iniciaciones como cante la taranta se sujetase a una más ajustada medida, ya que es casi seguro que fueran los cantaores de grandes posibilidades vocales -el Alpargatero, el Canario y otros- los que, para su lucimiento, alargando los tercios y las frases con toda clase de florituras, terminaran deformando la exacta fisonomía del originario compás.


CARTAGENERAS
Nacida de la taranta, y con ciertas inflexiones de la malagueña, la cartagenera puede muy bien situarse emotivamente entre aquellos dos cantes. Su melo es mucho más lineal y diatónico que el de la taranta, y por ello no produce tan exacerbada tirantez expresiva y también es menos ácida y bronca. Y no es que la cartagenera no se desenvuelva en un clima de auténtica creación flamenca, sino que en fondo de su dolorida queja late una tenue luminosidad, una esperanzadora claridad, en la que se presenta ineludible y salvadora la influencia mediterránea.
En la cartagenera ya no se trata sólo, como en la taranta, de la eclosión arrolladora e inaudita de los sufrimientos encerrados en la agotadora tarea minera, sino que discurriendo por los viejos caminos tartaneros, entre el polvo y el calor del sol levantino, encuentra los cauces de una expresión más dulce y suave: los cauces que separan la turbia e inhumana entraña minera del tibio horizonte del Mediterráneo.